Hibristofilia


Hibristofilia, imagen de Francisco Sánchez https://www.facebook.com/fracisco.sanchez.molina/photos ©
Hibristofilia, imagen de Francisco Sánchez https://www.facebook.com/fracisco.sanchez.molina/photos ©

Recuerdo el día que mi amigo Víctor, psicólogo forense y sexólogo, me enseñó, tapando cuidadosamente el título, la portada de un libro. En ella la fotografía de un hombre, elegante, de mirada algo extraña pero segura. Víctor me preguntó si me parecía atractivo. Fue la primera vez que escuché la historia de Ted Bundy y sus múltiples asesinatos y violaciones contra mujeres. Sin embargo lo que más me impresionó del relato no fue la crueldad o el abrumador número de sus crímenes, sino la pasión que tal individuo despertaba en féminas conocedoras de sus delitos, los cuales tenían por víctimas precisamente a mujeres. Pues bien, a pesar de ello, este personajillo provocaba no sólo atracción sexual, sino también emociones más cercanas a lo que entendemos como amor romántico, fuente de inspiración de las numerosas cartas que recibió estando preso. Pero la cosa no se queda sólo en palabras amorosas escritas en la distancia; Carole Ann Boone, una de sus enamoradas, contrajo matrimonio con Ted Bundy, condenado a muerte y con fecha de ejecución prevista. En el breve tiempo que duró su matrimonio ella se quedó embarazada.

Lo más sorprendente es que no estamos ante un caso único; muchos otros psicópatas han despertado ese tipo de arrebatos en no pocas mujeres. Ken Bianchi, Charles Manson, Richard Ramírez….y sin olvidar el caso de Daniel Gingras psicópata canadiense que igualmente despertó deseos de matrimonio en una mujer, la cual afirmó sentir “una enorme compasión por él”.

Esta atracción amorosa y sexual hacia un delincuente se denomina “hibristofilia”, diferenciándose dos tipos: hibristofilia pasiva en la que la persona siente atracción y deseo hacia el criminal pero no existe deseo por delinquir ni llega a hacerse. E hibristofilia activa en la que la persona se convierte en cómplice de su objeto amoroso participando en los crímenes. A este segundo tipo también se le denomina “síndrome de Bonnie and Clyde”, en referencia a Bonnie Parker y Clyde Barrow, la famosa pareja de ladrones y criminales estadounidenses de los años treinta.

El término “hibristofília” fue acuñado por primera vez por el psicólogo y sexólogo John Money en los años 50 para categorizar lo que claramente se definió como patología, la cual afectaba y afecta principalmente a mujeres heterosexuales. Teniendo en cuenta que se trata de una atracción que pone en serio peligro la vida de uno mismo y de los demás, nos encontramos ante una “filia” problemática cuanto menos, que sí cumple los criterios para considerarse patológica.

Ahora bien, en la mayoría de trastornos psicológicos la patología no es más que el extremo de un continuo en cuyos diferentes niveles podemos situarnos multitud de personas, y el caso de la hibristofilia no es diferente.

Desde niña he escuchado infinidad de veces que a las mujeres les atraen los “malotes”.  De labios de amigas y pacientes he oído afirmar entre orgullosas y afligidas la frase: “me gustan los cabrones”. Incluso no es infrecuente que una mujer exprese que le atrae que “le den caña” haciendo referencia a que no la traten especialmente bien. Esto suele ocurrir a partir de la pubertad o adolescencia, y cualquiera que tenga la oportunidad de entrar en un aula de instituto fácilmente percibirá que la figura del ligón va asociada a comportamientos de rebeldía. ¿Estamos ante casos de “hibristofilia”? patológicos tal vez no, pero perfectamente entrarían dentro del concepto. En este sentido merece la pena detenerse en la etimología del término.

“Hibris” del griego “hybris” cuya traducción podría ser “desmesura”, hace referencia a una emoción mezcla de soberbia, orgullo y ambición. Dicha emoción empuja a los mortales a atrevimientos tales como sobrepasar las normas impuestas por los dioses, transgredir los  límites y actuar de forma temeraria. Pero cabe señalar que no es una referencia directa a actos criminales, sino más bien a una actitud de exceso de confianza y falta de humildad. De hecho, la diosa Hybris es la personificación de la insolencia y de ella toma su nombre el “Síndrome de Hybris” el cual designa a personas altivas que rozan la megalomanía.

Por tanto, atendiendo a su etimología, hay algo hibristofílico en la seducción que provocan las personas confiadas y algo arrogantes, así como en el deseo sexual que ciertas actitudes de rebeldía despiertan.

El problema comienza a vislumbrarse cuando la atracción, la excitación sexual y el enamoramiento van ligados a comportamientos que nos perjudican, siendo el extremo más patológico el que se diagnosticaría como hibristofilia.

Puede que, excepto para Bataille y amigos, cueste mucho entender dicho extremo y seguramente no encontremos una única explicación universal que nos aporte los motivos o causas de la hibristofilia, entre otras cosas porque no hay una mente universal. Atendiendo a diferentes perspectivas podremos encontrar explicaciones biológicas, culturales o psicológicas.  

En relación a estas últimas el doctor Robert Hare, psicólogo y criminólogo, señala que en los casos de enamoramiento existen diferentes causas como carencias afectivas, necesidad romántica de un amor imposible, excitación por el peligro u objetivos altruistas como defender al que en ese momento, por su condena, se percibe como víctima y en algunos casos luchar por la abolición de la pena de muerte.

En mi opinión dentro de esta línea explicativa, cercana al altruismo, podría encuadrarse otra motivación relativamente frecuente en la psicología humana occidental, especialmente la femenina: el deseo de convertir al criminal y redimirlo de su condena. Motivación romántica por excelencia de la que la literatura es reflejo, como por ejemplo la figura de Doña Inés en el Don Juan Tenorio.

Alejándonos un poco del sentimiento romántico y centrándonos en la atracción sexual, las explicaciones tienden a destacar el peligro, con la descarga de adrenalina que conlleva, como fuente de excitación.

En este sentido, desde una perspectiva puramente biológica se podría argumentar que la excitación sexual ante una persona peligrosa, que denota fortaleza, va vinculada al deseo de aparearse con el más apto para la supervivencia, proporcionando así, los genes más poderosos a nuestra descendencia. Este argumento, ampliamente utilizado para justificar la atracción femenina por hombres con apariencia agresiva, solamente sería aplicable a casos de mujeres heterosexuales, que por otro lado parece ser el perfil más tendente a la hibristofilia. Ahora bien, si dicha tendencia fuese puramente fisiológica debería darse también en otras culturas. ¿Existirá la hibristofilia en sociedades no occidentales?

En realidad no hay estudios específicos en esta línea que permitan dar una respuesta, no obstante, ciertos ritos que convierten al joven en hombre y lo hacen sexualmente deseable, son actos de exhibición de fortaleza, no carentes de agresividad.

Por otra parte, en nuestra propia cultura, podemos encontrar diversas referencias literarias o cinematográficas en las que los protagonistas son criminales con un gran atractivo y poder de seducción, que conquistan, no solamente dentro de la obra, sino también a espectadores y lectores. Y, ¿qué decir de algunas obras de la literatura erótica, compendio de todas las parafilias?  Leyendo “Las once mil Vergas” o “Historia del ojo” uno pensaría que la hibristofilia era la moda sexual entre las francesas de los siglos XIX y XX.  Heroínas, como la “inocente” Simona, se excitan y alcanzan el éxtasis presenciando los actos más violentos y truculentos. Verdaderos ejemplos de hibristofilia activa.

En estos casos de cine y literatura, ¿el arte refleja una tendencia naturalmente humana, de atracción por la transgresión o actúa como influencia cultural que nos predispone a ello? Seguramente ambas, interaccionando de forma recíproca.

Lo que está claro es que los actos violentos suscitan curiosidad, interés, morbo… del mismo modo las personas con exceso de confianza y arrogancia atraen a buena parte de la población. La «hibristofilia light» está bastante más extendida de lo que a priori podamos pensar, surgiendo, seguramente, como resultado de un juego entre naturaleza y cultura, en el que predisposiciones genéticas y valores culturales, como la sobrestimación del poder, se complementan recreándose mutuamente.

Por cierto, mi respuesta a la pregunta de Víctor fue que no, ante lo cual, tras un movimiento de cabeza con el que dejaba claro que le había descuadrado su estudio de andar por casa, él me dijo “Tú no cuentas, que eres rara en eso”.  Y es que, aunque puedo entender la atracción por la “hybris” nunca la he compartido.


Psicología Puertollano, Ciudad Real


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Un comentario sobre “Hibristofilia”

  1. Buscando el término, encontré tu artículo, el cual me es muy pertinente en una consejería de juicio, donde la víctima padece de esta característica, y me sirve para la pericial psicologica.
    gracias

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