Durante estas fechas aumentan los casos de personas que acuden a consulta de psicología, parece ser que también aumentan los suicidios y los problemas del estado de ánimo en general empeoran.
Más allá de casos clínicos también existe un sentimiento de descontento, malestar o tristeza generalizada entre muchas personas durante los días previos y los mismos días de fiestas navideñas. Al menos yo escucho con relativa frecuencia la frase: “odio estas fechas”.
La explicación más inmediata a estos hechos es que a la mayor parte de dichas personas les falte alguien en su familia, alguien muy querido cuya ausencia notan más en estos días.
No digo que no haya razón en este argumento, es obvio que en el momento que toda la familia se reúne a celebrar algo se siente aún más el vacío de quien no está, además el propio contexto en sí de un acto repetitivo con toda una parafernalia concreta reproducida año tras año posee una gran fuerza evocadora que, irremediablemente, nos trae a la mente recuerdos de años precedentes en los que aquella persona estaba con nosotros.
No obstante tras el malestar navideño hay algo más. Existen personas que no han sufrido pérdidas y que aún así desearían teletransportarse a algún lugar no navideño hasta el 9 de enero.
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